Siempre tendremos París



Por Ray Bradbury

Vuelo a París todos los años, si puedo el día de la Bastilla, para subir a la torre Eiffel y mirar la ciudad explotando de fuegos artificiales.

Si tuviera que darles a ustedes un consejo sobre qué hacer como turistas el primer día o la primera semana en la ciudad, les diría que se den un paseo solos, sin ninguna otra persona, a través de París, deteniéndose cada media hora en un café al aire libre para tomar un café o una cerveza o un aperitivo, y que lleven bajo el brazo un ejemplar de Suave es la noche de F. Scott Fitzgerald. Todos los años, cuando vuelvo a ir, no llevo un ejemplar del libro de Fitzgerald: siempre me compro uno nuevo y escribo en él: “París 1998”, “1999” o “2000”. Tengo cantidad de ejemplares de Suave es la noche en mi biblioteca en casa, que me recuerdan mis excursiones por la gran ciudad. Me resulta la novela perfecta para leer en la atmósfera de ese magnífico ambiente.

Si se paran frente a Nôtre Dame y miran a su izquierda, verán una calle que no es más que un callejón y que se extiende cerca de un kilómetro. Si se meten en ese callejón y lo caminan de punta a punta, encontrarán por lo menos seiscientos restaurantes. En cada cuadra hay allí treinta restaurantes de un lado y treinta del otro. Y al recorrerlo es así todo el camino, hasta el boulevard Saint-Michel y más allá.

Fuente: Página12

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